martes, 24 de mayo de 2011

El escorpión y el Pescado

El pescado llevaba días sin acercarse a su cama, cualquier sitio estaba bien para dormir sin escuchar el run run de su cabeza, comenzaba un nuevo circulo con peso en el estomago como cada vez. Se mareaba de dar vueltas a la vez sobre sí mismo y sobre el escorpión que descubrió en aquella caja de zapatos, no encontraba el centro de gravedad de sus aletas, el hecho de fluir siempre con la corriente le había permitido no decidir nunca y no aprendió como se hacía, las leyes físicas, la existencia de algún dios, el determinismo de un león.
No sabía porque no era capaz de quererse, esto le impedía querer a otros, no sabía actuar en muchas circunstancias, se llenaba y vaciaba de sueños y cosas. Alrededor de él había una cantidad ingente de seres que pululeaban con más o menos gracia, el buzo flamenco, la fregona gordita, las patillas cantantes, la moto macarra, el incierto futuro no preocupaba demasiado, más bien angustiaba el presente, el aquí y ahora.
Aquel día al despertarse en el sofá inundado de babas se mareo como de costumbre un cigarro de desayuno para campeones y un café con hielo que masticar al final sin cepillarse los dientes. Un haz de luz al final del túnel, el periódico mostraba el camino de baldosas amarillas que tenían que seguir los humanos para llegar al fin del mundo, un suspiro que temblaba salió de su boca aunque sonó “blup”. Jugando a un juego absurdo le gustaba imaginarse que alegraba algunos humos charlados redundando en el tabaco como principio y fin del día, cíclico todo, no tenía nada de espiral la vida aquel año, y ya llevaba viviendo 30 sin ninguna aspiración como al principio. Querer ser pescadilla lo mismo que no serlo, estar encerrado en la pecera de algún bribón de ser humano desalmado, tírame al rio, tírame al rio, que risa la prisa con la que te duchas las mañanas, el horario es algo fundamental por supuesto, la duda no ofende a quien quiere, quereres simpáticos muchos.
El escorpión que vivía en sus mentiras de paja y su lata de espinacas, se creía el dueño de la verdad como el pez pero ya no tenía más ganas de discutir el asunto, le aguantaba con sus tonterías sin saber muy bien ni cómo ni porque, en sus viajes por los siete puntos cardinales vio miles de peces como aquel, pero este le parecía gracioso, no esperaba nada, no sabía nada, solo soñaba con la primavera que descalzara sus pies, para notar fresquito entre los dedicos, ser feliz como fin en la vida sin saber muy bien que es la felicidad, se enroca. Algún destino esperado, una casa en el campo y una guitarra que cante canciones alrededor de algo, ¿Será la felicidad un campamento de verano?, ¿o el impas de la realidad pasmosa?, pensaba mientras el pescado le lloraba alguna angustia:
-se acabó, ya no le hare mas caso. Se dijo haciéndose pequeño.
Rodeando su aguijón de vez en cuando le visitaba ya sin escuchar absolutamente nada de lo que le decía, su ego se volvía azul. El mar estaba oscuro aquel año, la mierda que creaban llenaba sus vidas sin que la pereza desperezase. Todo cubriéndose poco a poco y bien gracias, hasta otro rato.
El resto de los personajes que habitan el relato aunque no hayan aparecido, sentían poco más o menos, sería el tiempo que tenían que pensar, pero cuando aquella hormiga encontró el fosforo, nunca imagino que prendería la primavera. Y el escorpión se pudo poner las chanclas y el ego azul se fundió con el agua del mar que se había disociado en hidronios e hidróxidos, la diferencia de cargas positivas y negativas volvió a formar el agua pero toda la basura había desaparecido.

jueves, 14 de abril de 2011

BuClear

La pereza le inundaba el pecho igual que el humo, necesidad de poder, alcanzarlo todo casi sin esfuerzo, detras no había nunca nada, doblando una realidad para transcenderla, acabose el cuento, donde quedar si la deconstrucción se completa, todo alrededor perdía sentido difuminandose en el humo que le inundaba el pecho al igual que la pereza.

sábado, 19 de febrero de 2011

Hoy no

Tan apátrida como siempre se metió bajo las sabanas, describía el techo círculos sobre su cabeza a medida que se alejaba, las paredes se ensanchaban quedando la cama en el vacío mas prohibido, tanta vuelta y lejanía no tenía ningún sentido aparente, locura de ser. El miedo de tanto espacio no le permitía dormir hasta llegada la mañana, aquel 20 de Febrero se olvidó de apagar la calefacción y el despertar fue avinagrado. Tenía que crear un sueño en aquel momento convulso por los acontecimientos, el mundo árabe se revolvía en sus sabanas igual. No priorizar la violencia empezaba a ser complejo, la lucha le iba venciendo hasta abrir las ventanas y descubrir el autentico vacío entre el suelo y el. Un escalofrío le corrió por el cuerpo y cerro con tanta fuerza que los cristales se rompieron en mil disfrazándose de microarcoiris que caían.